Cada elección tiene un precio y una vez que tomamos una decisión ya no hay marcha atrás y tenemos que aprender a vivir con las consecuencias.
A veces, esa elección no la tomamos nosotros, es otra persona la que decide por una. Y sentimos dolor por ese precio que debemos pagar sin haberlo pedido. Eso es lo que ocurre con las rupturas cuando has querido con todo el alma a la otra persona, cuando lo has dado todo por ella. Nos encerramos en nosotras mismas, lloramos, no queremos ver a nadie. Nos preguntamos por qué una y otra vez sin hallar respuesta alguna. Pasamos horas, días enteros en pijama pensando en lo que habría pasado si se hubiera hablado en su momento cuando había un problema, si se hubiera hecho una u otra cosa. Te echas las culpas de que todo se haya arruinado, cuando realmente no eres la única responsable (sólo que el otro no es capaz de aceptar su parte).
Y entonces decides esperar a que él vuelva. Decides seguir mirando por la ventana anhelando verlo llegar. Decides mirar el móvil a cada instante deseando ver un mensaje suyo o recibir una llamada. Tomas la elección de enterrarte en vida. ¿Y cuál es el precio que pagas por ello? El sufrimiento, perderte cantidad de oportunidades, disfrutar de lo que te rodea, dejar pasar a personas maravillosas que podrían hacerte sonreír de nuevo...
Por eso debemos pararnos unos minutos antes de tomar cualquier decisión. Debemos tener en cuenta que no sólo nos va a afectar a nosotros, sino que también puede influir en la vida de alguien, incluso cambiarle el destino.
Y sobretodo, chicas, aprended de los errores de quien os escribe en este momento. No lloréis por quien no siente vuestras lágrimas, no corráis detrás de quién siempre ha sabido donde estáis, no esperéis a quien ha tomado la decisión de borraros de su vida... No paguéis vosotras el precio de la elección que ha tomado otro.
No. Hay que sacar fuerzas de flaqueza, alzar la cabeza y continuar el camino que vosotras mismas os marquéis. Porque nosotras valemos mucho, somos independientes, tenemos coraje y podemos hacer cualquier cosa que nos propongamos.
Es nuestra elección. Por eso, poneos vuestros tacones más altos y escandalosos que tengáis y haced ruido, mucho ruido, que os oigan llegar desde lejos y que empiecen a temblar porque estamos dispuestas a comernos el mundo: CON DOS TACONES...!!!
Para mi hermanita del alma, Elena, a la que quiero un
montón. Siempre estaré contigo.